Hola, mi nombre es Justine y soy una voluntaria francesa que pasó un verano en Jarilla, de junio a octubre. Como muchos otros jóvenes que me precedieron, estoy aquí a través del Cuerpo Europeo de Solidaridad.
¿Qué puedo decir de este tiempo en La Jarilla?
Este verano fue increíble con muchos encuentros, aventuras y aprendizajes, ya sea sobre permacultura, cultura española o la historia de la región de Extremadura. Durante mis meses en La Jarilla, pude vivir tantas experiencias diversas y variadas como podrás ver en el resto del texto.
Las principales actividades de la granja consisten en cuidar a los animales, darles comida, agua y comprobar que todos se encuentren bien. Pero también regar los huertos y bosque de alimentos y comprobar que todos los árboles, arbustos y hortalizas se encuentran en buen estado de salud. Esto es lo que aquí en la granja llamamos «la rutina» aunque cada día sea diferente, un día nacen los cerditos, al día siguiente los burros y la vaca se mudan de parcela. Aquí en La Jarilla ningún día es igual que otro.
Fuera de esta «la rutina», las actividades son variadas: diseño, construcción, cosecha, campamentos juveniles, mejora de proyectos antiguos, etc.
En particular, pude participar en el desarrollo del diseño de proyectos y el seguimiento de su construcción como la zona de la sombra o la construcción de una piscina natural que recoge el agua de la lluvia y la trata a través de plantas fitodepuradoras. Estas actividades me permitieron adquirir habilidades de construcción. Pero también proyectos de mejora para La Jarilla como aislar el techo de un chozo con lana de ovejas lavada varias veces previamente. Todas estas actividades se desarrollan siempre con el legendario buen humor de La Jarilla.
Aún con este buen ambiente, seguimos con otro tipo de actividad de soberanía alimentaria que es la recogida de moras silvestres. Siempre lo realizamos en grupos de varios voluntarios, cada uno salimos con nuestro cubo vacío listo para ser llenado. Así que paseamos por la finca para encontrarnos con sus moras listas para ser recogidas, que generalmente se encuentran al lado del río. Este encuentro cada vez toma una forma diferente: música, ovejas a nuestro lado, Grifo jugando con un palo y un sinfín de discusiones sobre las diferentes culturas de cada país o incluso sobre temas filosóficos. Y siguiendo nuestra tarea, recogemos nuestra cosecha para transformarla en mermelada.
En otra actividad pude ayudar a Toño, cuando vino un campamento juvenil por una semana. Fueron encuentros increíbles, actividades como la construcción de islas de corcho con plantas de filtración o incluso la continuación de la construcción de la zona de la sombra. Pero lo que más recordaré serán los encuentros inolvidables, las numerosas discusiones con los jóvenes y, por supuesto, sin olvidar los juegos.
Por mi parte, una de mis actividades favoritas del día es regar uno de los huertos, por la noche mientras observo la magnífica puesta del sol. Los colores cambian de azul a amarillo, de naranja a rojo en tan solo unos minutos, luego vemos el sol desaparecer a lo lejos detrás del horizonte. Para finalmente ver aparecer silenciosamente un cielo rojo y violeta, que da paso a las estrellas y la luna que podemos admirar y apreciar gracias a la calma, tranquilidad y autenticidad del lugar.
Así fue mi verano en La Jarilla, aunque ahora lo vislumbras un poco porque aún te faltan todos los momentos pasados con los voluntarios y con Toño, que son siempre intercambios increíbles, momentos de risa y de compartir.