Tenía ganas de volver a ver a la gente del albergue, después de haber pasado las navidades en casa, en Lanzarote. Muchas anécdotas por contar en persona, de este tiempo que hemos estado separados. Por ejemplo, que gracias al trabajo en el huerto, pude fijarme en que había una rúcula, ¡nada más y nada menos que en mitad de la playa! La Isa de antes jamás se habría fijado en esos detalles.

De las cosas más reseñables fue que según llegué al pueblo me tocó hacer de reina maga. Los voluntarios nos encargamos de dar la sorpresa a los niños del pueblo, tocando de puerta en puerta con las pintas reales. Les preguntamos si habían sido buenos, a lo que contestaban siiiiiiii y después les dábamos gominolas. Había algunos que decían directamente que habían sido malísimos, pero también les dábamos chuches, ¡por sinceros!

El resto del mes ha sido tranquilo, el frío aprieta más que nunca. Hay un espíritu de recogimiento porque lo que apetece es estar entre las sábanas y poco más. Las dinámicas y las rutinas del trabajo diario ya están aprendidas, es un mes de aposentamiento de los conocimientos y de hacer bien lo aprendido. Me dediqué sobre todo a explorar los alrededores de la zona con más profundidad, siempre se descubre algo nuevo.

 

 

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