Todas las tardes vemos llegar a José a La Jarilla, normalmente con sobras de comida para las gallinas y con la intención de disfrutar unas horas con el cuidado de los cerdos.

José nació en el año 1955, en el pueblo de Plasenzuela, el menor de siete hermanos; cuando le preguntas cómo fue su infancia señala con una sonrisa que ocupa todo su rostro a su nieto menor, que muchas veces anda descalzo descubriendo lo que le rodea, y orgullosamente dice: así mismo me crié en manadas, jugando libremente en contacto con la naturaleza, con la única preocupación de engancharme al pecho de mi madre cuando mi cuerpo lo pedía.

Creció rodeado de una autonomía alimentaria necesaria para la supervivencia, en el mantenimiento de los cultivos y mantenimiento del ganado había un equilibrio entre el placer y la necesidad. Era normal pasar la mayor parte de su tiempo ocupándose de lo que les proporcionaba lo más importante, el alimento y con ello la seguridad.

Desde niño aprendió la afición de su padre y hermanos mayores por la construcción con piedra seca, sin ningún tipo de cola entre piedras; ayudó en la creación de muros de gran longitud que hacían para delimitar fincas, sin saber que en el futuro se convertiría en su profesión por mucho tiempo. En ese momento, el mortero se usaba en la construcción de piedra, brindando la posibilidad de crear técnicas innovadoras de mampostería y drapeado de paredes.

La mayoría de los edificios que se ven en el pueblo fueron diseñados, dirigidos y realizados por él y sus hermanos; aquí en La Jarilla, el albergue, la ermita, varios puentes y las chozas forman parte de la lista de construcciones familiares.

Actualmente regenta el hotel del pueblo con la gran ayuda de Toñi, su compañera de vida; hotel que fue reconstruido con piedras que fue recogiendo de obras en las que participó. Una obra de arte que vale la pena visitar.

Pero su ocupación favorita es el cuidado minucioso de una piara de cerdos ibéricos (guarros en Extremadura) donde encuentra y experimenta su sentido de la vida. Mientras lo acompañamos en la contemplación casi meditativa de los animales nos comparte reflexiones llenas de sabiduría y en cierto modo, sin saberlo, son principios y valores dentro de la permacultura, esa cultura que permanece.

Nos habla de la importancia de la observación, de planificar antes de actuar, de no tener miedo al error, de la humildad, del amor, del amor propio, amar lo que nos rodea y lo que hacemos… creando un espacio, comienza a recitar un poema de Antonio Machado…

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Vuelve a la conversación con un análisis de la realidad cargado de un mensaje esperanzador: «lo tradicional está desapareciendo, pero creo que algún día alguien se dará cuenta de los beneficios de los métodos tradicionales. Mirará la salud por encima del dinero, empezará a valorar lo que le rodea». él, volver a conectar con la naturaleza, respetándola, adaptándonos a ella».

Ciertamente estoy de acuerdo con sus palabras y veo este cambio que se está haciendo poco a poco. Estamos en el momento de reconocer el error y enmendar, de crear una visión más periférica, de reconectarnos con la tierra, de devolver todo lo que de ella se extrajo de forma abusiva, de empezar a crear ecosistemas resilientes, y entonces habrá personas resilientes. venid, comunidades resilientes y esa sociedad que algunos señalan como idílica… Confío en que los cambios empiezan por algo pequeño, pero el contagio está presente, lo que convierte el cambio en algo exponencial.

Aquí Lui, quiero agregar más información sobre el trabajo de José con los cerdos, destaca mucho hacer las cosas con paciencia y tranquilidad, es decir que planificar las cosas es fundamental; según la necesidad de los cerdos se organizan en diferentes zonas: en la primera zona (más extensa y llena de encinas) están la mayoría, lechones, madres que no han parido y padres, los alimentan con harina de cebada, la segunda zona es destinado a cerdos destinados a faenar en un futuro, les da mas ración de cebada para engorde, en la tercera zona están los cerdos más gordos que van a matar antes y en la cuarta zona donde están los criaderos donde la madre y los recién nacidos se protegen del frío y otros cerdos. Mirando la naturaleza misma puedes aprender, simplemente mirando y sacando cosas para tu trabajo.

Sobre el tema de la matanza, José nos cuenta que en octubre suele llover en Extremadura y la bellota estará lista de octubre a diciembre, en suelos graníticos la bellota crece antes. José dice que «Por San Andrés mátenlos a los tres, gordos, flacos o lo que sean», San Andrés es a finales de noviembre, José vuelve al tema de observar la naturaleza, porque después de San Andrés ya no hay bellotas que se alimenten. y engordan los cerdos.

José destaca la importancia de hacer las cosas en colectivo, cuando se acerca el momento de las masacres, toda la familia y vecinos se juntaron para disfrutar de un día de trabajo, y “entre risas y comida” prepararon productos como patatera, morcillo, chorizo, tocino entre otros. .

Para concluir, esta charla me ha hecho reflexionar sobre la forma en que me relaciono con mi entorno en Sao Paulo, que es donde vivo en Brasil. He percibido que allí tengo una forma de vivir muy ajetreada, llena de rutina que no me permite estimular la observación, algo que para Joseph es fundamental para planificar su trabajo, ya que nos ha dicho que la paciencia y la tranquilidad es la base de todo para que puedas hacerlo con gusto y bien.

Gracias José por tu tiempo, tus consejos y tu cariño.

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